Me gusta

xoves, 19 de maio de 2016

Minibuses

No sé cuántas horas me he pasado estos meses montada en un minibús, pero muchas: de casa a la facultad, de la facultad a la African Union, de la facultad a casa... Mezclada siempre con la población local, que es en el fondo lo que me gusta. Muchas veces aplastada en asientos de dos, donde colocan a cuatro personas; otras tantas, en primera fila, al lado del conductor y, otras, casi en el suelo, en una garrafa amarilla de plástico. Una rutina a la que le tengo cariño.
En cada minibús se suben y se bajan muchas personas. A veces, las observo, otras, voy  leyendo, mirando el móvil o por la ventana, si hay suerte. He ido al lado de gente con gallinas vivas, de curas, de chicas que olían a perfume, de chicos guapos, otros no tanto, de ancianas, de mujeres con burka, de señores con traje y agenda, de bebés y de niños preciosos... Hemos llevado hasta corderos vivos atados por las patas al lado de mis piernas. Siempre, la única blanca.
En ocasiones me han hablado, me han preguntado con curiosidad qué hago en Addis o qué me parece Etiopía, me han regalado hasta bolis u ofrecido sus números de teléfono.
En cada recorrido admiro la fortaleza con que cada persona se encomienda a su día. El cobrador suele ser un chico joven, incluso un niño, que va gritando por la ventana el destino, y corriendo o descorriendo la puerta del minibús, para dejar entrar o salir gente. Suelen estar muy centrados y atentos a todo, que no se les escape nadie. Sé que cobran muy poco, pero se afanan en hacer su trabajo lo mejor posible.
Cuando pasamos delante de una iglesia es raro ver que alguien no se santigüe. Casi todos lo hacen, con esa devoción absoluta que profesan aquí, salvadora e incluso catártica. En los días de celebración religiosa, el minibús se llena de señoras con sus velos blancos que tapan sus pelos trenzados.
La mayoría de las veces la música suena alto. Etíope y positiva. Se me mueven las rodillas casi sin querer. También se escucha la radio y lo máximo que alcanzo a comprender son los resultados de fútbol y los nombres de los equipos o de sus jugadores: Barcelona, Real Madrid, Manchester, Mesi... Son unos forofos del fútbol español e inglés.
Los minibuses son un museo en sí mismos. Su decoración me resulta excéntrica. Llevan pegatinas de Jesucristo, de la Virgen o de santos por fuera y por dentro, mezcladas con ídolos deportivos, como Torres, Ronaldo, Mesi... o de líderes como el Che o Haile Selassie. Del retrovisor delantero cuelgan todo tipo de amuletos cristianos: cruces de madera gigantescas, fotos, estampitas, imágenes de santos.
Hay cortinillas de pelos colgadas del techo, que dan algo de grima cuando te rozan el pelo y mejor evitarlas. Parece que están puestas para atrapar el polvo, que en Addis es una realidad, y lo ensucia todo.
La gente es amable, pero tiene cierta tendencia al contacto, te tocan con sus codos para sacar dinero, pero también te hacen un hueco cuando es necesario. Creo que les hace gracia verme allí dentro. Casi todos los extranjeros que viven en Addis tienen sus propios coches, van en taxis privados o tienen conductor.
Dos veces fuimos interceptados por los guardias de tráfico, con su correspondiente multa, porque hay un número tope de personas en cada minibús, pero la mayoría de las veces se saltan esta norma y nos embuten como sardinas.
Cada minibús tiene una vida propia, nos juntamos muchos mundos en unos pocos metros cuadrados. La señora que hace injeras y las lleva para vender, el que viene del mercado con verduras o el que va a venderlas, los chicos y las chicas monas que van a Bole a presumir todos arreglados, el eritreo refugiado que se desahoga, el que lleva su currículum en la mano decidido a encontrar trabajo, los grupos de mujeres somalíes...
Desde este microcosmos también veo pasar los edificios que no cesan de construirse y reparo en los que van en coche a nuestro lado.
En este fluir de minibuses que han formado parte de mi rutina diaria se me han escapado los meses en Addis. Cuento  las jornadas por cada recorrido de vuelta, como un día de trabajo que acaba, descansando apelotonada entre etíopes, que están tan cerca y tan lejos de mí al mismo tiempo.


Non sei cantas horas me pasei estes meses montada nun minibús, pero moitas: de casa á facultade, da facultade á African Union, da facultade a casa... Mesturada sempre coa poboación local, que é no fondo o que me gusta. Moitas veces esmagada en asentos de dous, onde colocan a catro persoas; outras tantas, en primeira fila, á beira do condutor e, outras, case no chan, nunha garrafa amarela de plástico. Unha rutina á que lle teño agarimo.
En cada minibús sóbense e báixanse moitas persoas. Ás veces, obsérvoas, outras, vou  lendo, mirando o móbil ou pola xanela, se hai sorte. Fun á beira de xente con galiñas vivas, de curas, de mozas que cheiraban a perfume, de mozos guapos, outros non tanto, de anciás, de mulleres con burka, de señores con traxe e axenda, de bebés e de nenos preciosos... Levamos ata cordeiros vivos atados polas patas á beira das miñas pernas. Sempre, a única branca.
En ocasións faláronme, preguntáronme con curiosidade que fago en Addis ou que me parece Etiopía, regaláronme ata bolis ou ofrecido os seus números de teléfono. Un día, o señor que estaba á miña beira díxome que me vía tensa e que tiña unha clínica terapéutica, que o chamase. Fíxome moita graza.

En cada percorrido admiro a fortaleza con que cada persoa encoméndase ao seu día. O cobrador adoita ser un mozo novo, incluso un neno, que vai gritando pola xanela o destino, e correndo ou descorrendo a porta do minibús, para deixar entrar ou saír xente. Adoitan estar moi centrados e atentos a todo, que non se lles escape ninguén. Sei que cobran moi pouco, pero afánanse en facer o seu traballo o mellor posible
A maioría das veces a música soa alto. Etíope e positiva. Móvenseme os xeonllos case sen querer. Tamén se escoita a radio e o máximo que alcanzo a comprender son os resultados de fútbol e os nomes dos equipos ou dos seus xogadores: Barcelona, Real Madrid, Manchester, Mesi... Son uns seareiros do fútbol español e inglés. Cando pasamos diante dunha igrexa é raro ver que alguén non se persigne. Case todos o fan, con esa devoción absoluta que profesan aquí, salvadora e mesmo catártica. Nos días de celebración relixiosa, o minibús énchese de señoras cos seus veos brancos que tapan os seus pelos trenzados.
Os minibuses son un museo en si mesmos. A súa decoración resúltame excéntrica. Levan adhesivos de Xesucristo, da Virxe ou de santos por fóra e por dentro, mesturadas con ídolos deportivos, como Torres, Ronaldo, Mesi... ou de líderes como o Che ou Haile Selassie. Do retrovisor dianteiro colgan todo tipo de amuletos cristiáns: cruces de madeira xigantescas, fotos, estampitas, imaxes de santos.
Hai cortinillas de pelos colgadas do teito, que dan algo de grima cando che rozan o pelo e mellor evitalas. Parece que están postas para atrapar o po, que en Addis é unha realidade, e o ensucia todo.

A xente é amable, pero ten certa tendencia ao contacto, tócante cos seus cóbados para sacar diñeiro, pero tamén che fan un oco cando é necesario. Creo que lles fai graza verme alí dentro. Case todos os estranxeiros que viven en Addis teñen os seus propios coches, van en taxis privados ou teñen condutor.

Dúas veces fomos interceptados polos gardas de tráfico, coa súa correspondente multa, porque hai un número tope de persoas en cada minibús, pero a maioría do tempo  sáltanse esta norma e nos embuten como sardiñas.

Cada minibús ten unha vida propia, xuntámonos moitos mundos nuns poucos metros cadrados. A señora que fai injeras e lévaas para vender, o que vén do mercado con verduras ou o que vai vendelas, os mozos e as mozas monas que van a Bole a presumir todos arranxados, o eritreo refuxiado que se desafoga, o que leva o seu currículo na man decidido a atopar traballo, os grupos de mulleres somalíes...

Desde este microcosmos tamén vexo pasar os edificios que non cesan de construírse e reparo nos que van en coche ao noso lado.

Neste fluír de minibuses que formaron parte da miña rutina diaria escapáronseme os meses en Addis. Conto  as xornadas por cada percorrido de volta, como un día de traballo que acaba, descansando apelotonada entre etíopes, que están tan preto e tan lonxe de min ao mesmo tempo.



xoves, 12 de maio de 2016

Palabras

Cuando llegué a Etiopía rápidamente me di cuenta de que tenía que aprender algunas palabras en amárico (amariña, en etíope) para sobrevivir, para ser vista más como una etíope (abesha, en amárico) que como una turista perdida farenji (como así nos llaman) sola por las calles.
Enseguida aprendí que hola es salam, y que los saludos se componen de más de tres preguntas: Denane? Indemne? Amanu? Que vienen a ser lo mismo: ¿cómo estás?, ¿cómo va todo? ¿todo bien? Y que cuando se las haces a una mujer hay que añadirle un sufijo: Salamnesh?, Denanesh?, Indemnesh? Y que cuando quieres saludar a varias personas hay que añadir -achu: Salamnachu? Debajo de mi casa hay guardas y limpiacoches que cada mañana me saludan rutinariamente cuando voy a trabajar y un salam era insuficiente, hay que contestar a las tres preguntas con otras tres preguntas.
Aprender los números era imprescindible para saber cuánto cuestan las cosas. Por ser blanca, el precio sube a casi el doble; hay que regatear siempre. And, ulet, sos, arat, amish, sidist, sabat… Preguntar por el precio de las cosas se dice: Sentenó? El billete más grande que hay en Etiopía es el de 100 birr, unos 4 euros. 100 birr son mato; 200 birr: ulet mato; 300 birr: sos mato; 120: mato aya; 130: mato salasa; 140: mato arba; 150: mato hamsa; 350: sos mato amsa… No fue difícil hacerme con los números enseguida. Y me han valido de mucho, sobre todo, cuando hay que coger un taxi privado.
La palabra amigo fue otra de las que pronto formaron parte de mi vocabulario: guadeña. Es de las palabras más bonitas y que más escucho aquí.
Querer algo se dice efelegalo y no quererlo, alfaleguen. Por la calle se acerca mucha gente a ofrecerte cosas, así que un alfaleguen a tiempo impide que sigan dándote la tabarra.
Gracias es amasaganalo, palabra también bonita. Y por favor, baqué, o baquish, para chicas. Un perdón o disculpe es un yikarta.
Tener algo es ale y no tenerlo, hielen. En un restaurante para preguntar si hay injera, por ejemplo, te llega con decir: injera ale?
Aprendí a preguntar el nombre de la gente: Semen manu? (para chicos) y Semish manu? (para chicas). Para preguntar la edad se usa: Sentenó amet?
Profesora se dice astamari, y alumnos: tamari.
Para saber hacia dónde se dirige un minibús llega con un Yet? y para que paren donde tú quieres es suficiente un guaralla o guarallale. Los minibuses te dejan en cualquier parte siempre que digas guarallale.
Pedir la cuenta se dice hisab, agua: wuha, cerveza: bira, cama: alga, frío: casscasa, solamente: bicha, lleno: mula, esperar: coi, todo recto: catatá, guapa: conllo, ¿por qué?: lemen?, porque: mequeñatu, sí: au o eshi, no: ai, entra: gueví

Mi mundo en amárico es reducido, pero me llega para enfrentarme al día a día, saludar, hacer las compras, coger el transporte, pedir en un bar… La mayoría de las palabras se las debo a mis alumnos, que me han enseñado mucho y estoy segura de que lo harán hasta que me vaya.

Y se me olvidaba la palabra mejor: CHIKERELEM o CHIKERELO. No es ya una palabra, es una filosofía, una forma de entender el mundo que los etíopes utilizan con regularidad. El chikerelen significa "no te preocupes", "no pasa nada", "todo está bien"... Sirve para todo y para cualquier situación... Si no hacen algo bien o se equivocan: chikerelem, si llegan tarde: chikerelem, si les das las gracias: chikerelem, si hoy no puede ser: chikerelem... Sin complicaciones ni arrepentimientos de ningún tipo. Recuerdo que en un viaje estaba previsto parar a ver una iglesia excavada en la roca a unos cuantos kilómetros de la ciudad en la que nos encontrábamos. Y así se lo hicimos ver al conductor que nos llevaba y que muy amablemente nos dijo que eshí (sí), que todo controlado. Sin embargo, tras unos cuantos kilómetros, nos pareció que se la había pasado de largo y le insistimos en ello. Él respondía a todo chikerelem, por lo que nos tranquilizaba. Así unas cuantas veces. Cuando ya llevábamos demasiados kilómetros andados le pedimos que por favor parara y que mirara el mapa. En ese momento nos dice que esa iglesia estaba en nuestro itinerario, pero no en el de él. Y aquello era imposible, porque nuestro itinerario y el de él obviamente tenían que ser los mismos. Llamó al jefe y tras hablar con él, nos suelta otro chikerelem y da media vuelta en el coche para desandar lo andado, que no era poco, todo tranquilo, como si aquí no hubiera pasado nada.

Cando cheguei a Etiopía rapidamente deime conta de que tiña que aprender algunhas palabras en amárico (amariña, en etíope) para sobrevivir, para ser vista máis como unha etíope (abesha, en amárico) que como unha turista perdida farenji (como así nos chaman) soa polas rúas.
Enseguida aprendín que ola é salam, e que os saúdos se compoñen de máis de tres preguntas: Denane? Indemne? Amanu? Que veñen ser o mesmo: como estás?, como vai todo? todo ben? E que cando llas fas a unha muller hai que engadirlle un sufijo: Salamnesh?, Denanesh?, Indemnesh? E que cando queres saudar a varias persoas hai que engadir -achu: Salamnachu? Debaixo da miña casa hai gardas e limpiacoches que cada mañá saúdan rutinariamente cando vou traballar e un salam era insuficiente, hai que contestar ás tres preguntas con outras tres preguntas.

Aprender os números era imprescindible para saber canto custan as cousas. Por ser branca, o prezo sobe a case o dobre; hai que regatear sempre. And, ulet, sos, arat, amish, sidist, sabat... Preguntar polo prezo das cousas dise: Sentenó? O billete máis grande que hai en Etiopía é o de 100 birr, uns 4 euros. 100 birr son mato; 200 birr: ulet mato; 300 birr: sos mato; 120: mato aya; 130: mato salasa; 140: mato arba; 150: mato hamsa; 350: sos mato amsa... Non foi difícil facerme cos números enseguida. E valéronme de moito, sobre todo, cando hai que coller un taxi privado.
A palabra amigo foi outra das que pronto formaron parte do meu vocabulario: guadeña. É das palabras máis bonitas e que máis escoito aquí.
Querer algo dice efelegalo e non querelo, alfaleguen. Pola rúa achégase moita xente para ofrecerche cousas, así que un alfaleguen a tempo impide que sigan dándoche a lata.
Grazas é amasaganalo, palabra tamén bonita. E por favor, baqué, ou baquish, para mozas. Un perdón ou desculpe é un yikarta.

Ter algo é ale e non telo, hielen. Nun restaurante para preguntar se hai injera, por exemplo, chégache con dicir: injera ale?

Aprendín a preguntar o nome da xente: Semen manu? (para mozos) e Semish manu? (para mozas). Para preguntar a idade úsase: Sentenó amet?

Profesora dice astamari, e alumnos: tamari.

Para saber cara a onde se dirixe un minibús chega cun Yet? e para que paren onde ti queres é suficiente un guaralla ou guarallale. Os minibuses déixanche en calquera parte sempre que digas guarallale.
Pedir a conta dise hisab, auga: wuha, cervexa: bira, cama: alga, frío: casscasa, soamente: bicha, cheo: mula, esperar: coi, todo recto: catatá, guapa: conllo, por que?: lemen?, porque: mequeñatu, si: au ou eshi, non: ai, entra: gueví...
O meu mundo en amárico é reducido, pero chégame para enfrontarme ao día a día, saudar, facer as compras, coller o transporte, pedir nun bar... A maioría das palabras débollas aos meus alumnos, que me ensinaron moito e estou segura de que o farán ata que me vaia.
E esquecía a palabra mellor: CHIKERELEM ou CHIKERELO. Non é xa só unha palabra, é unha filosofía, unha forma de entender o mundo que os etíopes utilizan con regularidade. O chikerelen significa "non te preocupes", "non pasa nada", "todo está ben"... Serve para todo e para calquera situación... Se non fan algo ben ou se equivocan: chikerelem, se chegan tarde: chikerelem, se lles dás as grazas: chikerelem, se hoxe non pode ser: chikerelem... Sen complicacións nin arrepentimentos de ningún tipo. Recordo que nunha viaxe estaba previsto parar a ver unha igrexa escavada na roca a uns cuantos quilómetros da cidade na que nos atopabamos. E así llo fixemos ver ao condutor que nos levaba e que moi amablemente díxonos que eshí (si), que todo controlado. Con todo, tras uns cuantos quilómetros, pareceunos que a pasara de longo e insistímoslle niso. El respondía a todo chikerelem, polo que nos tranquilizaba. Así unas cantas veces. Cando xa levabamos demasiados quilómetros andados pedímoslle que por favor parase e que mirase o mapa. Nese momento dinos que esa igrexa estaba no noso itinerario, pero non no del. E aquilo era imposible, porque o noso itinerario e o del obviamente tiñan que ser os mesmos. Chamou ao xefe e tras falar con el, sóltanos outro chikerelem e dá media volta no coche para desandar o andado, que non era pouco, todo tranquilo, coma se aquí non pasase nada.


luns, 9 de maio de 2016

Yibuti

Se llega a Yibuti desde Addis en un vuelo que tarda aproximadamente una hora. Este pequeño país fronterizo por el este con Etiopía tiene una posición privilegiada: da acceso al mar Rojo desde el océano Índico. Es el centro más importante de las exportaciones e importaciones de Etiopía, pero también, de gran parte del continente africano.

Chégase a Djibuti desde Addis nun voo que tarda aproximadamente unha hora. Este pequeno país fronteirizo polo leste con Etiopía ten unha posición privilexiada: dá acceso ao mar Vermello desde o océano Índico. É o centro máis importante das exportacións e importacións de Etiopía, pero tamén, de gran parte do continente africano.



Uno pensaría que va a encontrarse con un país floreciente, de grandes infraestructuras, pero no parece que las ganancias que tiene su puerto reviertan en ello. La capital tiene un encanto especial, aunque el trafico es caótico y los edificios están envejecidos, abandonados a merced del tiempo.
Muchas mujeres somalíes están sentadas en las aceras vendiendo chat y cambian dinero, que llevan guardado bajo el vestido. La basura es parte del decorado, sin importarle a nadie y un bullicioso puerto pesquero es la actividad diaria de gran parte de su población.

Un pensaría que se vai atopar cun país florecente, de grandes infraestruturas, pero non parece que as ganancias que ten o seu porto revertan niso. A capital ten un encanto especial, aínda que o trafico é caótico e os edificios están abandonados a mercé do tempo.
Moitas mulleres somalíes están sentadas nas beirarrúas vendendo
chat e cambian diñeiro, que levan gardado baixo o vestido. O lixo é parte do decorado, sen importarlle a ninguén e o seu bulideiro porto pesqueiro é a actividade diaria de gran parte da súa poboación.






Hay muchos campos de refugiados somalíes y yemeníes. No son más que agrupaciones de chabolas hechas con piedras y sin suministros en medio de campos pedregosos. 

Hai moitos campos de refuxiados somalíes e iemenís. Non son máis que agrupacións de chabolas feitas con pedras e sen subministracións no medio de campos pedregosos.


Llegamos en época de elecciones. Hay pancartas en cada esquina con la foto del actual presidente, Ismail Omar, que lleva en el cargo desde 1999, sin oponentes y con la certeza de que va a seguir en el poder. Hasta en las zonas más recónditas y desérticas llegaba la propaganda electoralista de Ismael. Nosotros nos hemos venido con unas cuantas camisetas. Para el recuerdo, quizás.
La posición estratégica de Yibuti ha llevado a las grandes potencias mundiales a tener aquí sus bases militares. Los americanos tienen la mayor de África en este lugar y es usual ver cazas sobrevolando el cielo. Incluso, dos helicópteros militares se acercaron a menos de dos metros de distancia de nosotros cuando estábamos en medio del mar en una pequeña embarcación de madera... Como si de una película de ciencia ficción se tratase.

Chegamos en época de eleccións. Hai pancartas en cada esquina coa foto do actual presidente, Ismail Omar, que leva no cargo desde 1999, sen opoñentes e coa certeza de que vai seguir no poder. Ata nas zonas máis recónditas e desérticas chegaba a propaganda electoralista de Ismael. Nós viñémonos cunhas cantas camisetas. Para o recordo, quizais.
A posición estratéxica de Djibuti levou ás grandes potencias mundiais a ter aquí as súas bases militares. Os americanos teñen a maior de África neste lugar e é usual ver cazas sobrevoando o ceo. Mesmo dous helicópteros militares achegáronse a menos de dous metros de distancia de nós cando estabamos no medio do mar nunha pequena embarcación de madeira... Coma se dunha película de ciencia ficción se tratase.


No he salido de Etiopía desde que llegué en septiembre, así que ir a Yibuti suponía una inyección de aire fresco, entrar en contacto con el mar y volver con las fuerzas renovadas para seguir unos cuantos meses más. Y Yibuti no decepcionó.

Non saín de Etiopía desde que cheguei en setembro, así que ir a Djibuti supoñía unha inxección de aire fresco, entrar en contacto co mar e volver coas forzas renovadas para seguir uns cuantos meses máis. E Djibutí non decepcionou.






Una se pierde en desiertos de arena sin más gente que unos cuantos pastores y animales...

Unha pérdese en desertos de area sen máis xente que uns cuantos pastores e animais...







Se puede dormir en cabañas en medio del desierto...

Pódese durmir en cabanas no medio do deserto...


Bailar con los locales

Bailar cos locais.


Visitar lagos de sal...

Visitar lagos de sal...



Bañarse en el mar como si no hubiera mañana...

Bañarse no mar coma se non houbese mañá...


Bucear entre arrecifes de coral llenos de peces...

Mergullar entre arrecifes de coral cheos de peixes...


Y descansar en playas paradisíacas

E descansar en praias paradisíacas





Y compartir con amigos, siempre inolvidables, que hacen que mi estancia aquí sea ¡la mejor de las posibles!

E compartir con amigos, sempre inesquecibles, que fan que a miña estancia aquí sexa a mellor das posibles!




xoves, 5 de maio de 2016

A corda

Ayer al salir de trabajar del African Union decidí pararme a limpiar los tenis en una calle que desemboca en Mexico Square. No lo había hecho nunca, o quizás una sola vez. No me gusta eso de que alguien esté agachado limpíandome las botas, aunque aquí sea costumbre. Las calles están llenas de filas de limpiabotas. Me senté delante de uno y me descalcé. Le di mis tenis para que los limpiara con más libertad de la que tendría con ellos puestos. Estaban sucísimos de tantos días que lleva lloviendo, y la falta de asfaltado en las calles acaba por dejarte el calzado hecho una porquería.
La acera estaba atestada de gente yendo de un lado otro. De pronto reparo en un señora sentada en medio de la acera, a un metro de mí. Tiene el pelo rapado y es ciega. Completamente ciega. Está pidiendo y la gente la sortea. Mucha le deja una moneda. Tiene un bebé precioso de un año, más o menos. Pongo toda mi atención en ellos. Le está cambiando el pantaloncito que lleva mientras suelta palabras en alto para retener la atención de todo el que pasa. Parece que dice algo de la Virgen María. El niño no llora. Creo que en los meses que llevo aquí no he oído nunca llorar a un bebé. Ni en los minibuses ni en la calle. En ningún sitio. Con su pantaloncito limpio, el bebé, que ya gatea y da pequeños pasos, trata de ponerse de pie. La madre lo sujeta y sigue arreglándole la ropa. Le ata a su cintura una cuerdita de algodón que lleva dos botellas de plástico anudadas. El bebé solo puede desplazarse hasta donde la cuerda le permite, unos dos metros. Corretea, juega con las botellas que hacen ruido, y la madre tira de la cuerda y lo devuelve hacia ella. Así todo el rato. Es la forma que tiene de no perderlo entre la muchedumbre.
Espero que un día ese bebé pueda romper esa cuerda. Escapar de la pobreza, de la  miseria, no heredarlas como un estigma. Que la sociedad, el sistema o él mismo le den la oportunidad de escapar de la acera en que se crió. Y que vuele a donde quiera, sin ataduras a la cintura.

Me voy  y lo dejo mamando del pecho de su madre, que cariñosamente lo acurruca. Abriendo las manos de par en par y cerrando los ojitos, como si estuviera en el paraíso.

Onte ao saír de traballar do African Union decidín pararme a limpar os tenis nunha rúa que desemboca en Mexico Square. Non o fixera nunca, ou quizais unha soa vez. Non me gusta iso de que alguén estea agachado limpíandome as botas, aínda que aquí sexa costume. As rúas están cheas de filas de limpiabotas. Senteime diante dun e quiteime os zapatos. Deille os meus tenis para que os limpase con máis liberdade da que tería con eles postos. Estaban moi sucios de tantos días que leva chovendo, e a falta de asfaltado nas rúas acaba por deixarche o calzado feito unha porcallada.
A beirarrúa estaba ateigada de xente indo dun lado outro. De súpeto reparo nun señora sentada no medio da beirarrúa, a un metro de min. Ten o pelo rapado e é cega. Completamente cega. Está a pedir e a xente sortéaa. Moita lle deixa unha moeda. Ten un bebé precioso dun ano, máis ou menos. Poño toda a miña atención neles. Está a cambiarlle o pantalonciño que leva mentres solta palabras en voz alta para reter a atención de todo o que pasa. Parece que di algo da Virxe María. O neno non chora. Creo que nos meses que levo aquí non oín nunca chorar a un bebé. Nin nos minibuses nin na rúa. En ningún sitio. Co seu pantalonciño limpo, o bebé, que xa gatea e dá pequenos pasos, trata de poñerse de pé. A nai suxéitao e segue arranxándolle a roupa. Átalle á súa cintura unha cordiña de algodón que leva dúas botellas de plástico anudadas. O bebé só pode desprazarse ata onde a corda llo permite, uns dous metros. Corretea, xoga coas botellas que fan ruído, e a nai tira da corda e devólveo cara a ela. Así todo todo o rato. É a forma que ten de non perdelo entre o xentío.
Agardo que un día ese bebé poida romper esa corda. Escapar da pobreza, da  miseria, non herdalas como un estigma. Que a sociedade, o sistema ou el mesmo lle dean a oportunidade de escapar da beirarrúa en que se criou. E que voe onde queira, sen ataduras á cintura.
Vou  e déixoo mamando do peito da súa nai, que agarimosamente o aniña. Abrindo as mans de pao a pao e pechando os olliños, coma se estivese no paraíso.


mércores, 4 de maio de 2016

Harar

Harar me pareció un lugar mágico al que volvería sin duda. Esta ciudad situada al este de Etiopía, declarada Patrimonio de la Humanidad, conserva el esplendor de ser la cuarta ciudad santa del islam y de haber sido un importantísimo centro comercial que unía la península arábica con el resto de Etiopía.
Está amurallada y aún preserva sus cinco puertas de entrada. Hay algo en ella que languidece, como aferrada a un pasado esplendoroso que ya pasó y al que es difícil volver. Pero mantiene su belleza intacta, su forma tradicional de comercializar y esa personalidad y espíritu de ser una ciudad musulmana dentro de un país ortodoxo como Etiopía. La gente te acoge con hospitalidad y te mira con una sonrisa.

Harar pareceume un lugar máxico ao que volvería sen dúbida. Esta cidade situada ao leste de Etiopía, declarada Patrimonio da Humanidade, conserva o esplendor de ser a cuarta cidade santa do islam e de ser un importantísimo centro comercial que unía a península arábica co resto de Etiopía.
Está amurallada e aínda preserva as súas cinco portas de entrada. Hai algo nela que languidece, como aferrada a un pasado esplendoroso que xa pasou e ao que é difícil volver. Pero mantén a súa beleza intacta, a súa forma tradicional de comercializar e esa personalidade e espírito de ser unha cidade musulmá dentro dun país ortodoxo como Etiopía. A xente acóllete con hospitalidade e mírate sempre cun sorriso na faciana.



Me gustó alojarme en sus casas, ahora convertidas en casas de huéspedes...

Gustoume aloxarme nas súas casas, agora convertidas en casas de hóspedes...




Perderme en sus callejuelas donde la actividad comercial llena cada rincón y lo enriquece con sus olores, sus colores, sus productos y sus gentes... Es fácil comprar aquí. Siempre se llega a buen término. El ritmo es calmo, pausado; cada uno se encomienda a sus actividades sin el estrés de la gran ciudad, deteniendo el tiempo en cada instante.

Perderme nas súa estreitas rúas onde a actividade comercial enche cada recuncho e enriquéceo cos seus cheiros, as súas cores, os seus produtos e as súas xentes... É fácil comprar aquí. Sempre se chega a bo termo. O ritmo é calmo, pausado; cada un encoméndase ás súas actividades sen a tensión da gran cidade, detendo o tempo en cada instante.








La belleza femenina cumple un papel muy importante. Se venden todo tipo de abalorios, joyas, perfumes, telas coloridas... Las mujeres se arremolinan para comprar nuevas telas y en las calles hay costureros que te confecciona un vestido casi al momento.

A beleza feminina cumpre un papel moi importante. Véndense todo tipo de abelorios, xoias, perfumes, teas coloridas... As mulleres arremuíñanse para comprar novas teas e nas rúas hai costureiros que che confecciona un vestido case ao momento.





Sus mezquitas transmiten la dulzura de los tonos pastel con que están pintadas...

As súas mesquitas transmiten a dozura dos tons pastel cos que están pintadas...




Aquí vivió el poeta Rimbaud unos cinco años de su vida, y un museo recuerda su estancia. El Rimbaud poeta quiso cumplir sus sueños de hacerse rico comerciando cuando ya era uno de los grandes poetas de su tiempo.

Aquí viviu o poeta Rimbaud uns cinco anos da súa vida, e un museo lembra a súa estancia. O Rimbaud poeta quixo cumprir os seus soños de facerse rico comerciando cando xa era un dos grandes poetas do seu tempo.


Harar es famoso también por ser uno de los centros productores de chat más importantes de Etiopía, esa planta que debes mascar durante unas cuantas horas mientras aún esté fresca (no se conserva más de dos días tras ser cortada) y se va acumulando en un lateral de la boca. Tiene un efecto estimulante, o eso dicen, y un sabor amargo que se va rebajando con agua o cacahuetes. Te quita el hambre y te mantiene despierto. Su uso está totalmente aceptado entre toda la población etíope. Hay lugares de compra venta por todo el país, y cafés donde te sientas solo a mascarlo.
En Addis es común ver a los conductores de taxi o minibuses estar mascando chat durante horas, pero también, hay muchos puestos callejeros donde comprarlo.
En Harar el chat está por todas partes, es una actividad social para compartir con amigos o en solitario. No parece que tenga efectos negativos, pero sí aparenta ser muy adictivo.

Harar é famoso tamén por ser un dos centros produtores de chat máis importantes de Etiopía, esa planta que debes mascar durante unhas cantas horas mentres aínda estea fresca (non se conserva máis de dous días tras ser cortada) e vaise acumulando nun lateral da boca. Ten un efecto estimulante, ou iso din, e un sabor amargo que se vai rebaixando con auga ou cacahuetes. Quítache a fame e mantente esperto. O seu uso está totalmente aceptado entre toda a poboación etíope. Hai lugares de compra venda por todo o país, e cafés onde te sentas só a mascarlo.
En Addis é común ver aos condutores de taxi ou minibuses estar mascando chat durante horas, pero tamén, hai moitos postos rueiros onde compralo.
En Harar o chat está por todas partes, é unha actividade social para compartir con amigos ou en solitario. Non parece que teña efectos negativos, pero si aparenta ser moi adictivo.




Se puede visitar alguno de los pueblos hararís de la montaña. Las casas están hechas a mano, con piedras y los niños nos siguen a todas partes.

Pódese visitar algún dos pobos hararís da montaña. As casas están feitas a man, con pedras e os nenos séguennos a todas partes.




Conocer a los hombres-hiena, que las alimentan cada noche y es posible, si no entras en pánico, tenerlas al lado o incluso darles carne con la mano. 

Coñecer aos homes-hiena, que as alimentan cada noite e é posible, se non entras en pánico, telas á beira ou mesmo darlles carne coa man. 



Harar produce su propia cerveza y café, y se puede probar la fatira, una masa hecha con huevos, tomate y latas de atún, todo mezclado que alimenta que no veas...

Harar produce a súa propia cervexa e café, e pódese probar a fatira, unha masa feita con ovos, tomate e latas de atún, todo mesturado que alimenta que non vexas...